La Bolsa está a la baja, los trabajadores del comercio y los restaurantes locales están en un aprieto porque la gente se queda en sus casas, siguiendo atentamente las noticias por cable, y existe un malestar general, tanto si se está o no a favor de la guerra, ante el hecho de que esté habiendo una.
Podría tratarse de cualquier lugar de los EE.UU., pero estoy hablando de San Juan, Puerto Rico, que estos días tiene todo el aspecto de ser parte de los Estados Unidos.
Cierto que existe el llamamiento por parte de algunos personajes políticos marginales a que los soldados locales se nieguen a ser movilizados, y el Partido Independentista Puertorriqueño presiona para que el Presidente Bush haga volver a casa a los soldados de la isla porque hacen falta en la lucha contra el crimen local y en el sistema local de asistencia sanitaria. Pero las muestras de nacionalismo puertorriqueño han sido contrarrestadas por muestras sin reparo de patriotismo estadounidense y en un notable aumento de los que ondean en público la Vieja Gloria.
El "efecto CNN," destacado en las historias de las noticias nacionales, también se ha convertido en una tendencia local. Parece que la gente se queda más en sus casas, en parte consumidos por los acontecimiento en el otro extremo del mundo. Y en parte se debe a la globalización de la cultura americana. Con el alcance global de canales de noticias 24/7, la gente de todo el mundo está viendo la guerra en televisión. Pero esto también saca a relucir la "especial" relación entre Puerto Rico y los Estados Unidos. Muchas personas permanecen pegadas a su televisor, no por la guerra en si, si no porque su primo, hermano, marido o padre está "allí."
La muerte de un oficial de las Fuerzas Especiales, nacido en Orocovis, criado en Pennsylvania, el Sargento Orlando Morales, muerto en Afganistán la semana pasada fue llorada aquí como hijo nativo. Luego el Pentágono anunció el martes que un puertorriqueño de Nueva York, el Cabo de Marines Robert Marcus Rodríguez, era uno de los cuatro Marines muertos la semana pasada cuando un tanque se despeñó desde un puente y cayó al Río Eufrates. Mientras que Morales era el primer soldado puertorriqueño muerto en la guerra contra el terrorismo, Rodríguez se convirtió en la primera baja militar puertorriqueña en la guerra de Irak.
En un discurso en el hemiciclo de la Cámara, el Comisionado Residente Aníbal Acevedo Vilá dijo que los EE.UU. y Puerto Rico "habían perdidos a verdaderos patriotas con estos dos valientes."
La isla se prepara para más malas noticias. La Guardia Nacional local y la Reserva del Ejército han sufrido la mayor movilización en la historia de la isla para dar apoyo a la guerra en Irak. Cientos ya han sido movilizados y cientos más están a la espera de sus órdenes para ponerse en marcha.
La temporada turística se ha visto este año cortada de raíz de forma prematura debido a la guerra y puede que al nuevo y misterioso virus SARS. En todo caso, no parece un momento muy propicio para volar o navegar en mitad del Caribe en un crucero. Aparte de esto, la "colonia" parece ser un objetivo particularmente poco probable del terrorismo contra los EE.UU., y la vida sigue.
Justicia en el extranjero
Mientras que la guerra ha sacado a la luz el "sacrificio" inherente en la relación política de Puerto Rico con los Estados Unidos, otras noticias de esta semana han destacado sus beneficios.
Desde Mayaguez a Fajardo, los residentes seguían absortos el inicio del juicio por tráfico de drogas del personaje de la TV, Laura Hernández, su marido Marcos Irizarry y otros seis residentes en la República Dominicana. Las fotos de su jornada en los tribunales apartaron de las portadas de la mayor parte de los periódicos de la isla las imágenes de la guerra de Irak por primera vez desde el comienzo de las hostilidades.
Los abogados de los acusados, que han permanecido encerrados en horribles cárceles Dominicanas desde el fin de semana de la Fiesta del Trabajo, argumentaron que la investigación que llevó a su arresto estaba lleno de "crasas irregularidades" y "violaciones de la constitución."
En realidad fue un buen día para la defensa. La mayor parte de la evidencia recopilada contra el grupo fue desestimada porque uno de los fiscales de una provincia oriental tomó declaraciones al grupo en Santo Domingo. La defensa, en la apelación, también está tratando de retirar las conversaciones telefónicas grabadas de miembros del grupo que ahora forman la base del caso.
Pero el juicio, celebrado con un sistema de justicia totalmente distinto al de Puerto Rico, conservaba un aire de tribunal medieval. El fiscal reprendió al principal abogado de la defensa, argumentando que el caso no era sobre la constitución si no sobre una banda internacional de traficantes de droga. Curiosamente, los señores de la droga dominicanos a quien supuestamente les compraban los puertorriqueños, nunca han sido identificados ni arrestados. El juicio quedó en suspenso hasta el próximo mes, mientras la defensa revisa las grabaciones, una petición que no se ha cumplido aunque lo acusados llevan meses encarcelados.
En Puerto Rico, si en un plazo de seis meses no se celebra el juicio por el crimen por el cual ha sido arrestado, se le pone en libertad bajo fianza hasta que llega el día de presentarse ante el tribunal. Pero en la Republica Dominicana, le meten en la cárcel hasta que pueda probar su inocencia.
Aquí no se trata de gritar que los ocho puertorriqueños prisioneros son inocentes, pero para un puertorriqueño existe el punto de vista de que han sufrido bastante por cualquier crimen que hayan cometido. Este hecho salió a relucir en un apasionante informe de la periodista Laura Albertelli, que logró entrar en la prisión que alberga a Irizarry y al otro hombre puertorriqueño prisionero. Su retrete es un agujero en el suelo con un cubo de plástico encima y han pagado $400 para disponer de una choza de 5 pies donde dormir en lugar del mugriento suelo de cemento. También tienen que pagar muy cara el agua para beber o lavarse. Se puede decir que no hay asistencia sanitaria. Todos los puertorriqueños han contraído salmonella e incurables sarpullidos cutáneos. Los muertos, dice Albertelli citando a los prisioneros, son sacados en los mismos carros que se utilizan para traer los alimentos.
La Constitución de Puerto Rico es un hermoso documento, y la influencia de la Constitución de los EE.UU. en ella es evidente. El sistema de justicia federal también ha desempeñado aquí un importante papel marcando el camino, trayendo altos estándares judiciales y a fiscales de los EE.UU. que han encabezado la lucha contra la corrupción en el sector público local.
Tan solo la semana pasada, el Tribunal Supremo de los EE.UU. tomó declaración oral en un caso donde se decidirá en breve la constitucionalidad de una ley tejana contra la sodomía, una medida que podría revocar una ley similar en el ELA. Al hacer esto, el alto tribunal se ha mostrado dispuesto a aventurarse en un terreno que los legisladores locales han preferido no pisar. El año pasado, el Tribunal Supremo del ELA también se negó a abordar la constitucionalidad de la ley de Puerto Rico, a pesar de haber sido retados a hacerlo por los grupos de derechos civiles. Se trata de otro ejemplo de un gobierno federal que desempeña un papel fundamental en cómo se imparte la justicia en Puerto Rico.
John Marino, Editor de Ciudad de The San Juan Star, escribe la columna semanal Reporte de Puerto Rico para el Puerto Rico Herald. Su dirección de e-mail es: Marino@coqui.net |