Cuando Rafael Hernández Colón se excusó de asistir al cierre de la campaña de Sila Calderón en noviembre del 2000, dijo que era para permanecer junto a su esposa que acababa de romperse un dedo el día anterior durante un accidente en un club social de Ponce.
El menosprecio vino a continuación de la aparición unas días antes del antiguo gobernador durante tres mandatos y aún poderosa figura del Partido, con miembros del Partido Nuevo Progresista durante una conferencia de prensa en la zona de Ponce. Con anterioridad había sido fotografiado, todavía en el acaloramiento de la campaña gubernamental, con el candidato del Partido Nuevo Progresista, Carlos Pesquera, y otros líderes del PNP durante la inauguración en la que un busto hecho en su honor fue desvelado en el Senado una fotografía que ocupó la primera plana de las noticias en todo Puerto Rico.
La ausencia de Hernández Colón en el cierre de campaña de Calderón fue un gran golpe para la candidata gubernamental aunque no le impidió llegar a La Fortaleza. Nadie dudó que la ausencia de Hernández Colón se debía al menos en parte al contratiempo de su esposa. Pero tampoco nadie dudó que el desaire de Calderón a las aspiraciones de su hijo José Alfredo Hernández Mayoral para ejercer como comisionado residente, también contribuyó a la ausencia del antiguo gobernador.
Y así estaban las cosas cuando esta semana se produjo el sorprendente anuncio de que Hernández Mayoral no aceptaba el respaldo del PNP para convertirse en su candidato gubernamental.
A buen seguro, el joven abogado efectuó la llamada debido a los problemas de salud de su hijo de 12-años de edad. Pero es igualmente seguro que también tiene que ver con las desavenencias con Calderón que tienen su origen en su fallida carrera para comisionado residente durante las primarias de 1999. Durante esas elecciones internas, el padre de Hernández Mayoral y una coalición de alcaldes, apoyaron su candidatura, mientras que Calderón respaldó públicamente a Aníbal Acevedo Vilá como compañero en la carrera.
Resultó revelador que el lunes, en su discurso de dimisión, Hernández Mayoral dijese que a mediados de semana tendría una idea más exacta sobre las posibilidades de que su hijo pudiera superar los inexplicables dolores abdominales, pero respondía a las peticiones de los líderes del PPD de una rápida decisión. Los líderes del PPD replicaron al día siguiente que él prácticamente había dejado de hablar con ellos desde hacía un mes y que no tenían idea de que abandonaría la carrera hasta minutos antes de que lo anunciase.
Existen muchas capas en este cuento de intriga política. Nadie se cree enteramente la línea argumental que aflora a la superficie.
Los aliados de Hernández Mayoral se han quejado en privado de que siempre se había resentido por ser "ungido" por Calderón y la jerarquía del PPD; y que hubiera preferido que le vieran como un hombre con ideas propias. Algunos dicen que no confiaba en las filas de Calderón, todavía al mando del partido a nivel municipal especialmente en San Juan.
Y otros dicen que el entusiasta apoyo de la gobernadora al candidato era realmente una espada de doble, en visto de lo que consideran el descontento generalizado sobre el funcionamiento de su administración.
Los oponentes dicen que su decisión de abandonar la carrera también podría tener algo que ver con su desordenada forma de llevar los libros. Los ataques políticos sobre facturas de agua impagadas hubieran ido en escalada con otros problemas de pago en las agencias estatales, acusaban.
Perdido en esta historia de padres e hijos, de una lucha de poder dentro del partido que ha gobernado Puerto Rico durante casi todo el tiempo que ha sido un ELA, está el hecho de que las antiguas maneras de elegir candidatos gubernamentales, ungidos o "señalados con el dedo" por el actual líder, son una estrategia fallida que el PPD ha abrazado y sigue abrazando.
La solitaria voz de la razón que surge de las filas del PPD pertenece al veterano Senador Eudaldo Báez Galib, que cuestionó la obsesión del partido por escoger a alguien que pueda ganar unas elecciones, en lugar de escoger a alguien con audaces ideas nuevas que abarquen las necesidades del colectivo.
Este quizás sea el inexplicado significado de la peculiar excusa de Hernández Colón para mantenerse alejado del final de la campaña de Calderón. La antigua manera de hacer las cosas -- de "señalar con el dedo" a un candidato, o escoger un candidato de dedo se ha quebrado.
Hernández Colón quizás no tuviera realmente intención de enviar ese mensaje a Calderón, pero la metáfora estaba presente de todos modos.
En su frenética búsqueda de un "rostro nuevo" para conducir el partido a la victoria en el 2004, los líderes del PPD parecían dispuestos a escoger al Senador Roberto Prats como su candidato gubernatorial, a pesar del apoyo igualmente fuerte prestado al leal soldado del partido, el Comisionado Residente Aníbal Acevedo Vilá. En una reunión celebrada el miércoles por la noche en La Fortaleza, se pospuso la decisión final hasta la próxima semana.
La gobernadora y los mandamases del PPD parecen obsesionados con elegir un llamado "candidato de consenso" a pesar del perjuicio muy real que esa estrategia ha infligido al partido.
La "búsqueda de consenso" es patentemente antidemocrática. Las reuniones secretas celebradas días pasados entre responsables del PPD, están haciendo que el PNP parezca el último bastión de la democracia en Puerto Rico. Las inminentes primarias para escoger los candidatos del PNP a gobernador y comisionado residente son la voz de la razón cuando se comparan con las recientes reuniones de los peces gordos del PPD tratando torpemente de trazar un mapa de una victoriosa reelección en el 2004.
No obstante, lo que resulta aún más asombroso es que el equipo que lidera el PPD, supuestamente dirigido todavía por Calderón, no admita los efectos prácticos de su mal trazada trayectoria. Después de todo, no hay más que ver en el aprieto en que se encuentran después de que su último candidato nombrado a dedo Hernández Mayoral tirase la toalla.
No hay modo de predecir cómo se desenvolverá un candidato en el fragor de las batallas electorales de Puerto Rico, y ese el caso concreto en vista de las jóvenes personalidades que están siendo cortejadas para los principales cargos dirigentes del PPD y que carecen de antecedentes en la carrera de las campañas.
Unas verdaderas primarias, no las opiniones de los experimentados políticos del PPD, son la prueba más veraz de quién puede conducir al partido a la victoria. Y después de todo, Calderón ya va por su tercer jefe de policía.
Lo que es aún más importante, unas primarias resultan el único modo de que aquellos leales miembros del partido, con cuyo voto se cuenta en el día de las elecciones, puedan tener realmente algo que decir sobre quién será su líder.
A pesar de los aparentes signos de que el partido se retuerce en medio de acciones autodestructivas, las ambiciones de figuras destacadas del partido todavía podrían acabar provocando unas primarias del PPD. Acevedo Vilá está dando a entender que si él no es el candidato del consenso, retará a quienquiera que lo sea en unas primarias.
Probablemente sería lo mejor que le podría pasar al partido, a pesar de lo que digan sus líderes. Incluso esto podría hacer volver a Hernández Mayoral.
John Marino, Editor de Ciudad de The San Juan Star, escribe la columna semanal Reporte de Puerto Rico para el Puerto Rico Herald. Su dirección de e-mail es: Marino@coqui.net |