¿Qué es más importante: la bandera o el juego?
De los miles de billones de palabras que se han escrito sobre los Juegos Olímpicos que ya están a punto de concluir en Atenas, sin duda que millones han sido engendradas por el sorpresivo resultado de la primera ronda de las competencias de baloncesto, la victoria de Puerto Rico de 92-73 sobre el "equipo ideal" de los jugadores de la NBA que fueron en representación de los Estados Unidos. Fue sólo la tercera pérdida del equipo de los Estados Unidos en los Juegos Olímpicos, y la primera vez desde 1992 en que la selección comprende de profesionales. Posteriormente, los puertorriqueños perdieron ímpetu en el torneo y, tras perder en cuartos de final ante Italia, ya han quedado fuera de la competición por una medalla. El equipo estadounidense, por otro lado, tomó su derrota inicial ante Puerto Rico como una "llamada para despertarse" y, tras la victoria de ayer ante la imbatida España, ha pasado a la ronda de semifinales.
La mayoría de los informes deportivos se han centrado en la forma tan inadecuada en que se desempeñó el equipo de los Estados Unidos, sus promedios de tiros tan bajos y su actitud prepotente. Algunos se han enfocado correctamente en el fabuloso juego del puertorriqueño Carlos Arroyo; el músico de Jazz de Utah que llevó la bandera de la isla durante la ceremonia de apertura de los juegos. Durante el encuentro, Arroyo, casi por cuenta propia, destruyó las esperanzas de victoria de los Estados Unidos al lograr 24 puntos. José Ortiz, un ex jugador de la NBA, contribuyó a la victoria con 8 puntos, 6 rebotes y 7 asistencias.
La composición del equipo de Puerto Rico es mayormente de jugadores que han temporalmente guardado sus camisetas de equipos profesionales en los Estados Unidos o en otros países, para ir a representar a la isla donde nacieron, donde residen y con la que se identifican culturalmente. Como ciudadanos estadounidenses que son, cada uno habría calificado para jugar en el equipo de los Estados Unidos de haber sido seleccionados para vestir lo uniformes con la insignia de "USA". Ese noticioso encuentro contó con dos grupos de ciudadanos estadounidenses compitiendo entre sí, una situación sumamente rara en las competencias Olímpicas.
Muy pocas pulgadas en las columnas periodísticas que se emitieron sobre el juego se enfocaron en la pregunta de cómo es que Puerto Rico cuenta en primer lugar con un equipo Olímpico. La mayoría de los informes se refirieron a Puerto Rico como un "país" o "nación", sin tomar en cuenta que Puerto Rico es un territorio de los Estados Unidos y que sus residentes son ciudadanos estadounidenses. Una notable excepción fue el artículo de L.A. Chung en el periódico Mercury News de San José, California, que puso de manifiesto su desconcierto ante el hecho de que entidades que no son naciones cuenten con equipos Olímpicos. En gesta formuló la pregunta: "¿Quiere decir entonces que California podría enviar una selección a las Olimpíadas?"
El artículo correctamente hace mención del hecho de que además de Puerto Rico, Guam, Samoa Estadounidense y las Isla Vírgenes también enviaron sus equipos a las Olimpíadas. La razón de esto es que el Comité Olímpico Internacional, además de naciones independientes, también reconoce territorios independientes, mancomunidades, protectorados y áreas geográficas. Quién califica para jugar en los equipos queda a discreción de los Comités Organizadores Nacionales locales y sus federaciones deportivas. Es a ese nivel que el proceso se torna inconsistente y a veces absurdo.
El Comité Olímpico de los Estados Unidos especifica que para poder representar al país en las Olimpíadas, cada atleta tiene que ser cuidadano de los Estados Unidos, un requisito que también está en las reglas del Comité Olímpico Internacional. La regla de ciudadanía literalmente afecta a todos los atletas que compiten a nombre de los Estados Unidos, pero algunas entidades Olímpicas abrigan conceptos un tanto licenciosos de lo que constituye una "ciudadanía".
Por ejemplo, la lanzadora estrella del equipo de softball griego, Sarah Farnworth, es una ciudadana estadounidense que las autoridades griegas determinaron que era elegible para formar parte del equipo porque es la tatara-nieta de un nacional griego. Varias de las integrantes del equipo de softball griego son también estadounidenses que ha sido calificadas para poder jugar basándose en ese mismo cómputo genealógico. Sin embargo, otro estadounidense de precedencia griega, Tom Pappas, campeón mundial del dacatlón, está representando a los Estados Unidos en las Olimpíadas. A pesar de los colores en su uniforme, fue calorosamente recibido por el público griego como uno de los suyos, hasta que una lesión puso fin a su participación en los juegos.
Las autoridades deportivas en Puerto Rico han tradicionalmente sido muy poco constantes cuando ha llegado el momento de determinar quién es o no boricua en las competencias internacionales. Tal vez el ejemplo más irónico sea el de uno de los actuales integrantes del equipo de baloncesto puertorriqueño, Peter John Ramos, el gigante adolescente que recién ha sido reclutado por los Washington Wizards. Varios años atrás, la Liga Superior de Baloncesto de Puerto Rico, determinó que él "no era puertorriqueño" cuando jugaba para los Criollos de Caguas, a pesar de que nació en Puerto Rico de padres puertorriquelos y vivió en la isla hasta sus 8 años cuando su familia se mudó a Brooklyn en Nueva York. Luego la Liga se retractó y Ramos se ha convertido en un gran orgullo para los isleños.
Un ejemplo menos afortunado es el caso de Gigi Fernández que en determinado momento fue declarada la Atleta Puertorriqueña del Siglo XX; ganadora de dos medallas de oro Olímpicas; ganadora de seis medallas en los Juegos Panamericanos y Centroamericanos para el equipo de Puerto Rico; ganadora de 17 títulos de equipos de dobles en la gira profesional de mujeres; una entrenadora voluntaria del equipo de la Copa Fed de Puerto Rico; contribuidora de más de medio millón de dólares a organizaciones puertorriqueñas que ayudan a víctimas de huracanes, niños abusados y madres solteras; y una lista interminable de otras calificaciones. Pero a pesar de todo eso, cuando el Departamento de Deportes y Recreación de Puerto Rico creó una exhibición en el 2002 poniendo de relieve a los 50 atletas más destacados durante los últimos 50 años, Gigi Fernández fue excluída de la lista.
Resultó obvio que la razón, no enunciada, fue que Gigi ganó sus medallas Olímpicas como parte del equipo Olímpico de los Estados Unidos. En ese entonces, cuando se le preguntó si ella consideraría representar a Puerto Rico en las Olimpíadas de Atenas, su respuesta fue muy filosófica: "Estoy segura de que el pueblo de Puerto Rico convertiría mi decisión de jugar en una polémica política. Es un hecho de nuestra cultura y un dilema Olímpico: ¿Quiénes somos?"
NOTA: Referencia a la columna PUERTO RICO SPORTS BEAT del 31 de mayo, 2002: Gigi Fernández: "Tenemos una identidad mixta"
Tan maravillosos como han sido los logros atléticos de los equipos e individuos que hoy compiten en Atenas, los impresionantes despliegues de nacionalismo por parte de funcionarios, fanáticos y atlétas a menudo distraen de los objetivos de las Olimpíadas; permitir a los atletas demostrar su capacidad de ser los "más rápidos, más altos y más fuertes". En ningún lugar en el poético léxico y movimiento de las Olimpíadas puede encontrarse nada relacionado con puntuaciones de medallas por equipos, predominancia nacional o cultural, o preferencia de status político.
?Por más de que las Olimpíadas están supuestas a ser para los atletas, se han tornado cada vez más un escenario geopolítico, índice de audiencia por televisión y consideraciones de ganancias económicas. Irónicamente, los atletas y funcionarios no pueden culparse totalmente por esta situación. ¿Cuántos de nosotros miraríamos las competencias Olímpicas si todos los atletas fueran vestidos con uniformes blancos sin símbolos nacionales y sólo con insignias del número de identificación de los jugadores? Tal como diría Pogo: "hemos enfrentado al enemigo y descubierto que se encuentra en nuestro interior".
?De modo que, ¿qué debe hacer un fanático puertorriqueño cuando se enfrenta a estos conflictos de ciudadanía contra cultura? Tal vez la expresión más cruda de esta situación nos llega de un residente puertorriqueño de Queen, Nueva York en una carta que envió al editor de deportes del New York Times. Enfocándose en el dilema que enfrenta la fanaticada puertorriqueña cuando las competencias internacionales enfrentan a equipos que representan ciudadanos de la nación contra equipos que personifican su identificación cultural.
?La carta describe la reacción de su hija de 11 años que ha sido una inquebrantable fanática de los atletas estadounidenses desde que comenzaron los juegos, pero celebró cuando Arroyo y sus compañeros derrotaron el alardeado equipo de baloncesto de los Estados Unidos. Se mostró particularmente molesta cuando vio que los medios de comunicación de los Estados Unidos no celebraron también la victoria puertorriqueña, especialmente cuando todos los miembros del equipo puertorriqueño son ciudadanos estadounidenses.
?¿Qué consejo le daría usted a esta joven neoyorquina, una ciudadana estadounidense, orgullosa de su herencia puertorriqueña, mientras da seguimiento al rendimiento de los atletas y equipos durante el resto de los Juegos Olímpicos? ¿Cómo debe reaccionar ella ante las victorias o derrotas de los atletas que representan a los Estados Unidos y los que representan a Puerto Rico?