Justo cuando se pensaba que había terminado el carnaval de las elecciones en Puerto Rico y que los ganadores podrían comenzar el proceso de gobernar, el miércoles uno de los que fueron rechazados de montar en los caballitos políticos dijo que, de alguna forma, había encontrado la manera de subirse.
Pedro Rosselló, el actual Presidente del Partido Nuevo Progresista (PNP) y el candidato a Gobernador que fue rechazado por los votantes para ir a la divertida casa de diversiones de La Fortaleza (aunque fuera por un margen terriblemente pequeño ante su rival Aníbal Acevedo Vilá), anunció en una conferencia de prensa que ahora va a subirse a los caballitos del Senado, valiéndose de las reservación que recientemente rechazó un miembro electo de su propio partido. También indicó que pronto estará pasando inspección a toda la maquinaria para decidir exactamente en qué caballito se montará, no importa qué asientos han sido asignados. Insinuó que sería apropiado para un personaje de su calibre sentarse sobre el más brillante y exquisitamente tallado de los caballitos, el que más alto se eleva y llama más la atención.
Dejando de lado las metáforas, en Puerto Rico los tres partidos políticos establecidos determinan el proceso político mucho más que los partidos en los Estados Unidos. La decisión de Rosselló de irse al Senado, en reemplazo de un miembro que se retiró, es legal y totalmente aceptable dentro de la tradición política en la isla. En Puerto Rico es el partido el que designa los reemplazos para oficiales electos que se retiran de sus puestos, no otros funcionarios electos ni mediante algún procedimiento que es estipulado en la Constitución. Por el contrario, en la mayoría de los estados en Estados Unidos, el reemplazo a una vacante en el Senado se designa mediante nominación del Gobernador del estado en cuestión, que es un funcionario electo. Entonces, el nuevo miembro al escaño necesita presentarse al juicio de los votantes en las siguientes elecciones. En algunos casos, incluso se celebra una elección especial para determinar quién asumirá la vacante y en definitiva son los votantes quienes deciden.
En el caso específico de Rosselló, a pesar de ser legal, ha complicado una situación ya sumamente tensa en un gobierno dividido. Se ha interpretado la decisión más en función de una maniobra cínica para lograr poder personal que un gesto honoroso de servicio público. Senadores del PNP recientemente electos han formulado declaraciones públicas que se vieron presionados a renunciar, para dar cabida a Rosselló, con ofertas de trabajos con altos sueldos y oportunidades empresariales. Rosselló, que al principio dijo que bajo ninguna circunstancia consideraba apropiado ocupar un escaño en el Senado, aparentemente ha experimentado toda una epifanía en cuanto a ese punto de vista, sin duda afectado por la espiritualidad de la temporada navideña.
El recuento de votos de la elección del 2 de noviembre generó atención internacional hacia el sistema electoral de Puerto Rico y los subsiguientes casos que se introdujeron en los tribunales por parte de los partidos políticos disputando distintos aspectos de la votación. Esto ha sometido el sistema electoral de la isla a serio escrutinio y engendrado análisis y críticas muy abarcadoras.
Curiosidad por lo adecuado del sistema actual comienza a surgir a raíz de la manera en que el votante puertorriqueño toma su decisión el día de elecciones. Al votante se le presentan tres papeletas, una con los candidatos locales, otra para los candidatos por acumulación y una tercera para las posiciones de Gobernador y Comisionado Residente. Para indicar su selección en esas papeletas, al votante se le hace entrega de un lápiz. Luego se cuenta cada papeleta, presuntamente por los miembros de cada partido que se encuentran presentes en los miles de centros de votación, luego los resultados pasan a la sede del precinto correspondiente y finalmente a la Comisión Estatal de Elecciones que oficialmente anuncia los ganadores. Individuos que designan los partidos políticos son los que controlan cada una de las etapas del proceso.
Se ha formualdo la interrogante: "¿Existe alguna razón para que una sociedad moderna como la de Puerto Rico se encuentre todavía valiéndose de un sistema de votación más apropiado para un electorado analfabeta y una sociedad privada de sistemas de comunicación modernos?" ¿Por qué los sistemas de votación modernos con que cuenta la mayoría de los ciudadanos estadounidenses no están disponibles en Puerto Rico? Cuando preguntamos a los lectores del Herald en una de las encuestas de los Temas Candentes en noviembre, 73% de los participantes indicaron que el sistema debe cambiarse. Sólo 3 de cada 10 de los participantes en la encuesta, residentes en la isla, querían que el sistema permaneciera como está en la actualidad. El 70% restante quería un cambio.
Cuando se pregunta por qué Puerto Rico sigue valiéndose de un sistema tan anticuado un político, que pidió permanecer anónimo, le dijo al Herald que ha subsistido porque es un sistema que "facilita el fraude". A pesar de que no se ha probado fraude en la recién concluída elección, el recuento reveló que miles de papeletas no fueron originalmente contadas, las papeletas para los votantes en ausencia se enviaron muy tarde y no todas fueron acreditadas, se sospechó sobre los votos provenientes de los prisioneros y pacientes en hospitales y, en última instancia, estuvo el asunto de los famosos pivazos, o papeletas en que individuos votaron a favor de su partido pero por candidatos de otros partidos.
Los pivazos se convirtieron en la "causa célebre" de las demandas ante los tribunales y el factor que finalmente llevó a la derrota de Rosselló. Estas papeletas aparecían en las "papeletas estatales" dando al votante la opción de votar por las posiciones de Gobernador y Comisionado Residente. En tres columnas separadas, con la insignia del partido, sus colores y los nombres y fotografías de sus candidatos para cada una de las posiciones fueron marcados. Una opcion proveía que el votante simplemente indicara con una marca bajo la insignia de su partido y ninguna otra marca. Eso significaba que cada candidato de ese partido recibiría un voto para esos puestos. En numerosos pivazos, los votantes marcaron bajo la insignia del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) pero también los nombres de ambos candidatos del Partido Popular Democrático (PPD). El resultado fueron tres votos para los dos puestos en cuestión. Eso fue el motivo principal de los argumentos legales ante los tribunales tanto locales como federales.
Por último el tribunal federal se rehusó a emitir un veredicto en un asunto que consideró de carácter local. Mientras, el tribunal local dijo que los votos debían contarse a favor de los candidatos marcados ya que esa es la manera en que siempre se ha hecho antes y hasta la fecha nadie se había quejado. El sistema, determinó el tribunal local, da a la minoría de miembros del PIP la oportunidad de expresar apoyo por su partido aún cuando no apoyaban sus candidatos para esas posiciones. La mayoría de los observadores en los Estados Unidos encontran que el sistema es pintoresco, pero incomprensible.
Esta es la situación en la que se encontrará Puerto Rico durante los próximos cuatro años, debido a un sistema electoral anticuado y el poder ilimitado de los partidos políticos de reemplazar a los que han sido electos a posiciones públicas. La pregunta de esta semana a los lectores del Herald es si consideran que el sistema necesita cambiarse y reemplazarse por uno que simplifique las opciones para los votantes enfocándose más en la elección de candidatos que en la permanencia de partidos políticos.
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